miércoles, 28 de abril de 2010

El hombre que no sabe por qué escribe

Creo que me ha quedado una "cosa" bastante curiosa. Como siempre, espero que os guste, y por favor, comentad, me gustaría mucho atender vuestras críticas (¡malas y buenas!). No se puede aprender si no conoces tus propios errores. Muchas gracias.

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El hombre que no sabe por qué escribe.

No sabe ni por qué escribe. Quizá se siente solo esta noche. Quizá es que por un momento ha olvidado lo que tiene. El caso es que se aletarga, respira hondo ante el papel. Lo mira buscando en la blancura una explicación, un sentido a lo que quiere explicar. Saber qué es lo que quiere decir, porque no lo comprende. ¿Qué le pasará a esta noche que parece más oscura, más larga y más incierta? Tal vez sea que mañana no madruga. No hay nada que merezca lo suficiente la pena como para madrugar. No, sabe que eso no es cierto. Lo sabe.

Es consciente de que lo tiene todo, pero se siente melancólico. Hoy han venido a su memoria tiempos remotos, pasados, aires que no volverá a oler, brisas que no volverá a sentir… Es por eso por lo que está triste, por lo que se perdió y no se puede recuperar. Tantos amigos, tantas aventuras, tantos momentos… Terminan, la mayor parte de la vida se resume en efímeros momentos, en los que se está en lo más alto… o en lo más bajo. Algunos desean olvidarlos fervientemente. Otros se ocupan de hacerlos perdurar en la memoria, a sabiendas de que, con el paso de los días, los meses, los años, el recuerdo no será el mismo, que los detalles se perderán y, al final, quedará en el olvido de su mente humana.

Qué trágico resulta para él pensar que nuestro paso por el mundo se reduce a unas cuantas milésimas de cual sea el método que utiliza el universo para medir el tiempo. Un tiempo que para todos es infinito, pero también que finaliza con nuestra muerte.

No sabe ni por qué escribe, y es que no entiende el sentido de conceptos tan enormes como el mundo que habita. Todo se mueve rápido y lento. No puede no fallar, no tropezar. Cómo impedirlo si va corriendo a todas partes, si parece que tiene prisa por acabar su misión vital.

Sin embargo, en estos segundos, mientras mira la página sesgada de líneas inconexas, tachones, puntos, comas y algo que parecen ser palabras, se da cuenta de que por fin ha conseguido parar el tiempo. Ha conseguido un espacio para respirar, para pararse a pensar y plantearse qué quiere hacer, qué le espera mañana.

Mañana. Ese eterno día esperado. Siempre le quedará Mañana. Se levantará, tomará el desayundo y saldrá a la calle. Hará sol, porque ya es primavera, y sentirá la brisa fresca. Notará el picor en la nariz al llenar los pulmones de aire de la ciudad, de ruido y de gente. Irá a clase, tal vez verá a varios conocidos, y los saludará con una sonrisa. Porque también ellos son personas, vivas, que necesitan a los demás para no sentirse tan pequeños en esta gran esfera que es su hogar. Aprenderá cosas que algún día tal vez entienda para qué sirven. Se encontrará con la persona más importante del mundo, y sentirá la felicidad que olvidó la noche anterior en su ausencia. Comerá, hará deporte, caminará y verá a mucha más gente, anónimos, amigos, menos amigos… Vidas que se cruzan sin saber por qué pero que de alguna forma influirán en lo que le rodea.

Y de nuevo sentirá que todo está en su sitio. Porque no se puede mirar al pasado, sino al presente, y de vez en cuando, solo por si acaso, al futuro. Al terminar, vuelve a sentir que todo tiene sentido, ha recordado lo que hará mañana. Sabe que hay alguien que le espera.

No sabe ni por qué escribe, pero el caso es que le ayuda.

lunes, 5 de abril de 2010

Cosas del pasado

Aquí dejo ahora un poema escrito por una de esas personas que se han cruzado muy brevemente en mi vida, y que sin embargo, de alguna forma, han sido capaces de que las recuerde para el resto de mi vida. Yo solo lo recuerdo como "el abuelo de enfrente", ni siquiera conozco su nombre, pero él me dedico un poema, y aunque ya no está entre los vivos desde hace años, la niñita que conoció lo recordará siempre :)

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Patricia, mi vecinita...

Tengo una vecina linda y chiquita,
menuda y alegre como un cascabel,
cariñosa y dulce como la miel,
dádiva del Cielo, gloria bendita.

Cuando yo la miro, mis penas quita,
las desazones huyen en tropel
y marcada queda, como a troquel
la linda cara de mi vecinita.

Gracioso vuelo, linda mariposa,
que revives en mi... tiempo pasado.
un muñeco genial, una delicia...

Gracias a ti, vecinita preciosa.
Gracias al Cielo que puso a mi lado
un ángel bullidor. ¡GRACIAS, PATRICIA!