domingo, 7 de noviembre de 2010

La noche

Me asomo a la ventana y diviso el mar de estrellas que se extiende a lo largo del horizonte, hasta donde la vista alcanza. Desde las murallas de mi alto palacio de cemento puedo ver la ciudad.

No sé por qué, pero el alivio me invade. Una tranquilidad infinita y casi inventada se adueña de mi mente embotada. Observo cómo la enorme metrópolis parece descansar por fin, un gigante que duerme bajo un manto oscuro y perlado.

El aire parece fresco por una vez. Me golpea en la cara con suavidad, pero es más frío que el puro hielo. Un escalofrío recorre este cuerpo volviendo a llenarlo de vida. Se siente como una pequeña descarga eléctrica que va de pies a cabeza. Inspiro hondo una vez, y otra, mientras sigo observando las luces de los que, como yo, aún no han permitido el paso a la quietud y a los sueños. Huele a viento, a chimenea y a hojas secas…

Es una pena que la madrugada siempre nos sorprenda durmiendo. No hay momento más perfecto para encontrar la paz tras un día duro. Las semanas se me antojan caóticas e intoxicantes, pero este instante nadie puede robármelo.

El silencio se percibe implacable, llenándolo todo. Qué bonitas las luces del mundo. Nunca me he sentido tan sola, y al mismo tiempo tan rodeada de gente. No es un sentimiento triste, sino tranquilo. Una certeza llana y simple. A veces es saludable estar solo.

Al final, el frío gana la batalla. Cierro la ventana, no sin antes mirar abajo desde lo alto de esta montaña, cuadrada y estéril, en la que habito. Al menos he conseguido que mi pedazo de espacio pueda ser llamado hogar.

Me duermo con la imagen de miles de puntitos blancos, amarillos, rojos y azules, e imagino que me hacen guiños en la oscuridad. Mañana volverá el caos, pero miraré esta ciudad desde los ojos de quien conoce sus secretos.

3 comentarios:

  1. Que linda evocación, como las personas buscamos nuestros refugios para hallar sosiego, armonía y poner en orden nuestro mundo. Por mi pueblo pasa el Guadalquivir y me encanta coger a mi perra y dar paseos o simplemente sentarme en la orilla, es muy relajante.

    También se da el caso contrario, a veces las preocupaciones nos angustian y el bullicio de la ciudad y el trajín del día es una válvula de escape muy eficaz. Y llega la noche y es el peor momento porque todo emerge y caes en un agujero negro. LLegado el caso dejar a un lado la visceralidad, ser más cerebral, dejarse ayudar y buscar soluciones que las hay.

    Vuelve a tus dos entradas por mes, nos tienes descuidados :) Besos¡¡

    Te buscaré una canción.

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  2. Every de Marlango, es preciosa.

    http://www.youtube.com/watch?v=Meh_13eMJ8k

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    1. Querida Patricia:

      Tras leer los post de tu blog, he elegido este escrito para el Taller de Escritura.

      Gracias por deleitarnos con palabras encadenadas, en un mensaje cifrado de sentimientos. ¡¡Me ha encantado!!

      Sara

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