miércoles, 31 de marzo de 2010

Ensayo sobre la locura

¡Bueno! ¡Un poco de humor no viene mal de vez en cuando! Un poco de ironía después de las reflexiones, para subir el ánimo. Hay que compensar. ¡Vivan los locos!

O como dice nuestro amigo Pitito: la locura no existe mi amor.. wo-o wo-o.. la locura... la...

Ensayo sobre la locura:

Hoy estaba tan tranquilamente tumbada en mi cama mirando al techo (una acción común y corriente como cualquier otra, o no) cuando me he preguntado: ¿Qué es la locura? ¿Qué se siente al estar loco? ¿Y cómo puedo saber que yo estoy cuerda?

Que yo sepa los locos no saben que lo están… ¿O sí? Lo cierto es que debe de ser, cuanto menos, curioso ver el mundo desde la perspectiva de un loco. Toda esa realidad distorsionada, nada que sea lo que parece, gente invisible acechando en cada esquina, rincones oscuros que te aterrorizan, horribles conspiraciones…

¡¡¡Uff!!! Demasiado parecido a la realidad de algunas personas diría yo. Debe ser una pesadilla constante.

Sin embargo, llegar a estas propias conclusiones no ha… saciado mi deseo de encontrar una respuesta real a lo que es la locura. Así que, como tantas veces he hecho a lo largo de mi vida, he confiado en mi Iglesia personal, la RAE. No es perfecta, pero si lo fuera no sería una iglesia ¿no? Pequeña bromita sin importancia… Bueno, veamos que dice el diccionario al respecto:

Locura:

1. Privación del juicio o razón.

Hasta ahí bien ¿no? Pues no, porque cómo sabemos que un loco no tiene razón, en ningún sentido de la palabra. Igual si la lleva, pero como está loco… pues nadie le hace caso. Del juicio… bueno de eso ni hablamos, que tener juicio tampoco implica llevar razón. Curioso juego de palabras ¿eh?

2. Acción inconsiderada o gran desacierto.

Esto yo creo que se ve mejor con un ejemplo: ¡Oh! Has cometido una locura al volver a esa casa a rescatar a un niño de las llamas. Creo que queda claro que aunque lo que ha hecho X sea realmente inconsiderado, no ha sido desacertado. Arriesgado si, desacertado no. A no ser que la frase acabe con un “dijo su amigo hablando a su tumba, la cual estaba al lado de la del niño al que intentó salvar”. Humor negro, pero cierto, supongo.

3. Acción que, por su carácter anómalo, causa sorpresa.

Mira, ahí estamos de acuerdo. Es verdad que las anomalías en cualquier ámbito de la acción humana puede ser considerada por los demás una locura. ¿Eso significa que esa serie de actitudes sea mala? El señor aquel que decidía aislarse del mundo en lo alto de una montaña y no hablar con nadie, ¿estaba loco? ¿Quién lo dice?

4. Exaltación del ánimo o de los ánimos, producida por algún afecto u otro incentivo.

Drogas, alcohol, sustancias psicotrópicas de todas las clases hay en el mundo. Algunos consideran una locura tomarlas, otros, alcanzan la locura tomándolas. Bien, eso significa que todos hemos experimentado la “locura” alguna vez… ¡Qué interesante!

Bueno, luego también aparece “con locura”, que viene a ser, a modo de ejemplo clarificador, la magnitud de lo que siento por mi chico ;) . Para los que no lo hayan cogido: “¡Te amo con locura!” viene a ser algo así como te quiero muchísimo o extremadamente.

En fin, lo que decía es que tal vez las “locuras” son las que hacen la vida interesante. ¿Es o no es? Sin locura en el mundo, si todo fuera extremadamente cuerdo… ¿Te lo imaginas? ¡¡Qué aburrimiento!! Sería como vivir en el mundo de los estirados. Ugh, que grima.

A raíz de todo esto, me vino a la mente una pregunta bastante difícil de responder. Puesto que locura tiene que haber en todas partes para que el mundo no parezca una peli mala de esas que empiezan… acaban… y te has quedado igual, todos debemos estar un poco locos. O un poco cuerdos, depende de por donde se mire. Y ahí está la cuestión: ¿quién está loco? ¿El loco, o el cuerdo? ¿Cuanto más loco estás, más cuerdo? ¿Y cuanto más cuerdo, más loco? Claro, esto puede sonar al revés, pero si como decíamos antes, el que está muy cuerdo es un soso y un aburrido, o lo que es peor aún, una “persona convencional”, con todos sus fallos, síndrome cotillista, humanamente defectuoso, irritable, criticón e insoportable, ¡ser así se convierte en una locura en toda regla! ¿Qué es mejor entonces, estar loco o cuerdo? ¿Cuánto de loco tienes que estar para estar cuerdo? ¿O loco?

No te líes. Basta con saber que el realmente cuerdo es el que está un poco loco, y que los locos son los que están totalmente locos o totalmente cuerdos. ¿Ves? La conclusión siempre acaba siendo que los extremismos no llevan a ninguna parte.

Aunque si tengo que elegir una cantidad mayor de uno que de otro, prefiero irme con los locos: creativos, pensadores, rebeldes, rompedores de reglas, polifacéticos, arriesgados, anti convencionales, artistas… Gente, que no necesita normas o estereotipos, son los que realmente hacen lo que quieren, los que disfrutan la vida, los DIFERENTES.

¡Por todos vosotros, los que no manipuláis el mundo o vuestro entorno para destacar, que sois libres porque vuestra mente es libre!

Reflexiones

Bueno, esto surgió de una de esas veces que te plantas en una hoja en blanco y dices: "que sea lo que dios quiera". Saqué impresiones que tengo de vez en cuando de que vivimos en un mundo que está al revés, regido por normas y protocolos difícilmente inteligibles y a menudo descaradamente absurdos.
Pese a que gente que ni aprecio ni desaprecio se pueda sentir en cierta medida más o menos aludida y aunque alguno que otro quiso echarme una bronca sin sentido... aquí van mis reflexiones. Que lo disfrutéis, tal vez mentes bien estructuradas vean algo en él. Y a los que por casualidad se den por aludidos.... jajaja habéis caído en la trampa...

Reflexiones

No hay sutileza cuando se habla desde el rencor. Supongo que te preguntas a qué se debe tan malhumorado saludo por mi parte. Te lo diré, porque sé que tu perversa mente humana pugna por enterarse de qué es lo que me pasa, no para ayudarme, ni siquiera para compadecerte de mí. Vives con el ansia de saber, de conocer las penas y desgracias ajenas, y alimentarte con ellas. Y si no hay noticia, te la inventas. Tu patética existencia se basa en poder ir corriendo a contar a los demás que sabes de mí que me pasa esto, que me han dicho tal, o que he hablado con cual. ¿Y a ti qué cojones te importa? – me pregunto yo todos y cada uno de los días que me levanto, sabiendo que ojos como los tuyos me escudriñan, ávidos de cualquier información que puedan usar en mi contra.

Hazlo, sé que lo harás de todas formas. Terminarás de leer esto con la curiosidad de quién no puede dejar de mirar cuando otro es sometido a tortura. No hay remedio contra lo que ERES. No dejo de toparme con… seres como tú. Diría que estoy harta, pero mentiría, pues en tal caso no tendría fuerzas para seguir aguantándote como hago cada día. Aún me queda coraje para enfrentarte, para ser YO y hacerte pensar que controlas mi vida. Lo que no sabes es que soy más libre que tú, y probablemente más lista, porque vivo mi vida, y no la de los demás; porque veo a través de mis propios ojos, y no de los de aquellos que intentan controlarme. No eres más que una marioneta.

Lo más irónico es que no te das cuenta, y crees estar por encima de todo. Lamentable ingenuo… Si mirases el mundo aunque fuera por una vez, en vez de tu sucio ombligo, serías capaz de ver todo lo que te pierdes. No sabes lo equivocado que estás, ¿e intentas darme lecciones? Permíteme que me ría.

Y ni se te ocurra atreverte a juzgarme, TÚ que odias a quien te conviene y dices te amo sin sentirlo. Yo hago lo que debo, soy justa hasta con el más injusto. Por eso te advierto de que las bolas que tiras a campo contrario tarde o temprano te serán devueltas.

Ah, por si no quedaba claro, decir lo socialmente correcto no va conmigo. J

Memorias de un Bloc de Notas

Dejo como "inauguración" del blog mis "Memorias de un bloc de notas" en su versión definitiva que envié al Concurso Gasparini. Espero que os guste.
Nota a 20 de abril: este relato ha sido finalmente seleccionado entre los 5 primeros del concurso, lo cual me llena de felicidad. Próximamente, tras la entrega de premios, publicaré el puesto en que ha quedado. Un saludo y muchas gracias.

Memorias de un Bloc de Notas

Recuerdo la primera vez que me abrieron. Mis pastas aún estaban rígidas, chirriaban un poco intentando separarse de mis lisas hojas a rayas. Fue el principio de mi vida, una vida larga, plena, productiva al principio y más tediosa conforme llegaba mi final. Pero aún no es momento de hablar de semejante tema. Toda historia debe empezar por el inicio.

La primera imagen que vi fue la de la chica a la que acompañaría durante toda mi vida. Su rostro mostraba la ilusión de quien estrena una cosa, disfrutando de la sensación que da ser el primero en algo.

No hay muchas personas capaces de apreciar la gracia de lo nuevo, lo que está por usar. Ese olor diferente, ese tacto inconfundible de lo que aún no se halla ni roto, ni doblado, ni castigado con tantos otros suplicios que reciben los de mi especie a lo largo de su vida. Ella era una de esas pocas personas.

A partir de ese momento, empezó a hacerme partícipe de su vida. Primero se presentó, escribiendo con letra pulcra su nombre en mi pasta delantera. Luego, por detrás, apuntó su dirección por si alguna vez me perdía. Yo quise recompensarla abriendo mis páginas para ella, para que me contara sus sueños y dibujara en ellas todo lo que fuese capaz de imaginar.

Ella pareció entender mi deseo, puesto que poco tardó en caligrafiar sus primeras líneas en mis preciadas hojas blancas. Me encantaba su forma de tratarme. Era delicada y su escritura fina y limpia, bonita. Me trataba con tal cariño, que mi cuerpo nunca se resentía. Apenas me salían dobleces o rasgaduras.

Prestaba mucha atención a lo que ella me contaba. Me di cuenta en poco tiempo de que yo era para ella el más preciado tipo de manuscrito. ¡Yo era su diario! Qué orgulloso me sentí. Un diario es la expresión más personal de lo que es un ser humano, es la historia de su vida, de su día a día, de cada uno de los momentos que cambiaron su mundo. Es, en fin, el depositario último de su existencia, la confianza máxima en que de alguna manera, alguien en el futuro leerá lo que escribió y el recuerdo no se perderá.

Descubrir eso me hizo sentir en sintonía total con ella, volcándome en sus sentimientos y en todo lo que ella deseaba contarme.

Los primeros meses se mostraba siempre muy contenta, optimista, animada y tranquila. Yo la observaba mientras escribía en mí con los ojos brillantes y una sonrisa en los labios. Me quedaba embobado viendo esa chispa en su mirada, y me reía de gozo por dentro cuando me hacía cosquillas de corazones en los bordes de mis páginas.

Luego vino una época de muchos altibajos. Algunos días se mostraba entusiasmada y apenas me daba tiempo a asimilar lo que me contaba, dada la velocidad a la que su bolígrafo se deslizaba sobre mí. ¡Apenas podía absorber la tinta! Sin embargo, había otras veces en que la veía morderse el labio con la mirada fija en mi página en blanco. Me hacía sentir frío y desnudo. Parecía preocupada, y puede que no supiera explicarme el por qué. Tal vez ni siquiera ella lo sabía. Con mi lisa piel de papel intentaba preguntarle: ¿qué te ocurre, preciosa? Pero no había respuesta.

También hubo noches en las que debía sentirse confusa, porque se volvía incoherente o se contradecía a sí misma. Los peores momentos eran aquellos en los que se enfadaba y expresaba su ira clavándome su daga de tinta hasta las entrañas, haciendo que varias páginas por detrás quedaran marcadas por un surco de hirientes y desafortunadas palabras.

A pesar de los días malos, yo la seguía queriendo tanto como el primer día. Yo comprendía que cuando uno no está bien, muchas veces no puede evitar pagarlo con aquellos en quien más confía, aunque no sean los culpables. Pero ella se fue olvidando gradualmente de mí. Primero fueron jornadas sueltas, en las que no venía a visitarme para contarme qué tal le iba. Después fueron semanas enteras, hasta que de pronto me encontré solo entre decenas de los míos, abandonado en una polvorienta estantería.

Me sentí apesadumbrado, triste. Sabía que ya no era como antes, que poco a poco me estaba haciendo viejo y llegarían otros con mejores pastas, más bonitos y más modernos a ocupar mi lugar. Pero lo que teníamos ella y yo era especial... Yo... Yo era su diario... No era un bloc de notas cualquiera, o eso pensaba yo. Sentí celos y rabia contra aquel enemigo invisible que me había robado a quien yo más quería. “Contra el tiempo no se puede hacer nada”, me dije. Al final, me quedé esperando a que ella volviera a mí cuando me necesitara. Porque para eso están los amigos.

Me fui llenando de polvo, y algún que otro bichito se quiso alojar en mí, pero no le dejé. Me mantuve con el muelle metálico en su sitio, ni un borde se me escaparía sin luchar. Si tenía que acabar en la planta de reciclaje, lo haría con orgullo y honor. Yo no era ningún cobarde de esos que se dejan morir cuando el universo se pone en contra.

Esa fe fue la que me mantuvo cuerdo hasta que llegó el día en que, de nuevo, me encontré en sus manos. ¡Qué dichoso me sentí! ¡Qué alegría volver a verla! ¡No me había olvidado! Parecía que todo había valido la pena al fin y al cabo.

Poco tardé en darme cuenta de que algo no iba bien. Hacía unos sonidos extraños… Cuando me abrió y vi al fin su cara, el corazón se me vino abajo, más abajo que antes, más allá de mi margen inferior. Por momentos me dejaba ciego y me ahogaba. Sus lágrimas de sal caían en mí sin piedad, torturándome, mientras ella me relataba su triste historia. No sabía cómo consolarla, sólo podía ofrecerle mis últimas páginas para que desahogara conmigo toda su pena. Yo sufría las gotas que me caían en silencio, porque sabía que ella me necesitaba. Y lloré con ella lágrimas de tinta negra grabadas en mi piel cual tatuajes que escurrían por mis líneas, oscureciendo el albeado fondo de mi existencia.

Los minutos se me hicieron eternos. Finalmente, la tormenta cesó, así como la lluvia que me empapaba. Me cerró, y tuve miedo de que todo volviese a ser como antes. No quería volver a la estantería, no hasta que acabaran mis días. Yo aún conservaba algo de juventud y algunas hojas en blanco.

Di gracias a los árboles cuando, en los días que le sucedieron, ella volvía para confiarme de nuevo sus secretos. Seguía triste, pero lo peor ya había pasado. Me fui haciendo viejo rápidamente, pues sus pensamientos comenzaban a embotarme y ya quedaba poco sitio en mí donde posar su pluma.

Cuando no quedó nada más que decir, con un suspiro, me cerró y me devolvió a la estantería. Aunque esta vez estaba preparado para el viaje. Habíamos compartido todo lo que yo había soñado. Tantos recuerdos, aquellos buenos y malos momentos... No le guardaba rencor por aquella vez que me olvidó. Son cosas que pasan.

Así pues, comencé mi gran letargo. Puedo estar orgulloso de que durante mucho tiempo permanecí en su memoria, y de que de vez en cuando volvía para releer las páginas de aquello que habíamos vivido juntos. Luego me perdí. Debió de guardarme con otros tantos recuerdos de su juventud.

Alguien volvió a abrirme mucho tiempo después. Se parecía a ella pero no era la misma mujer que yo había conocido. Me leyó con lágrimas en los ojos, y estuve temiendo por mi frágil integridad, pero tuvo cuidado de no mojarme. Luego me volvió a cerrar, sentí su abrazo, y no supe nada más de ella.

Ahora soy consciente de que todo ha llegado a su fin. Puedo oír el fuego y empiezo a sentir su calor. Intuyo que todo lo que está a mi alrededor también está ardiendo. Estoy contento con la vida que me ha tocado llevar. Sé que todo está bien, que cumplí mi misión. Alguien leyó las palabras que una vez mi chica depositó en mí para que las guardara. Soy feliz, y es que, después de todo, he tenido suerte. Esta muerte es mejor que acabar en la planta de reciclaje y que me conviertan en algo que no soy.